Móvil en Mano

Nos llegó sin quererlo y hoy no podemos vivir sin el: El teléfono móvil es como la extensión de nuestro brazo, es la mascota que debemos cuidar y alimentar.

No sabemos cuando, como fue, ni porqué, pero a una gran parte de los terrícolas nos ha aterrizado, un día cualquiera, un celular en la mano. Ahora quedo adosado ahí, como la extensión del propio brazo, y ya ni se nos cruza por la cabeza intentar despegarlo. Lo miramos a cada rato por las dudas… (¿Para comprobar que sigue allí, será?) como si nos olvidáramos de que esos bichos metálicos, iluminan y ¡vibran! – por si fuera poco – llegado el caso.

Los teléfonos celulares se han convertido en una suerte de mascota portátil indispensable. ¡Si hasta somos capaces de desandar nuestros paso o dar marcha atrás con el auto a nuestras casas a buscarlo! Nos preocupamos devotamente de su estado, cosa que hasta ahora parecía una costumbre privativa de los hombres para con sus autos, al punto de que hasta salimos de compras en busca de sus nuevas carcasas como a las niñas pequeñas les provoca Babie y Ken sus nuevos trajes. Hay carcasas de todos los colores, estilos y motivos variados. ¡No sería raro que alguien esté pensando en instaurar una nueva industria de la moda que organice desfiles de carcasas de alta costura para celulares!.

Y los sonidos… claro, al principio de esta invasión, cuando solo unos pocos elegidos contaban con estos aparatos, sonaba uno en un lugar público y ahí estaban los posibles involucrados, listos cual boy scout, manoteando rápidamente la cartera o el saco, porque, claro sonaban todos iguales y el que no tenía uno, a veces solo por aparentar, también manoteaba algo… ahora en cambio no, porque llegaron los ringtones. Entonces, cada uno identifica el suyo y en la cola del supermercado nos sorprendemos cuando de pronto nos canta al oído a Ricky Marti o David Bisbal.

Blanqueémoslo de una buena vez: el celular es una suerte de Tamagochi solapado para gente grande (esa mascotita electrónica que había que cuidar como a un pequeño hijo humano). Falta darle de comer…, pero nunca digamos nunca…

¿Alguien recuerda cuando apareció el primer celular enorme y más parecido a un ladrillo? La sola evocación de esa imagen es algo de mal gusto. Era grotescamente antiestético. Hasta el zapato fono de Maxwell Smart el agente 86, resulta más elegante. Y pensar que había gente que iba con ese teléfono del tamaño de un florero andando con toda naturalidad por la calle. Si hasta recuerdo que se había hecho una tirada de jugada de estos ejemplares, para la gente que no podía comprarlos, pero que moría por ostentar un ladrillo fono portátil. Luego alguien con un mínimo criterio de diseño redujo su tamaño. Primero los había con antena, todos grises o negros y monocordes. Después cada vez más pequeños, mas coloridos y candidatos a los grammy. Les añadieron luces y vibraciones (un paliativo para la soledad, alguien habrá pensado) y cada vez más sofisticados.

Pero los hay también con camarita. ¿Porqué no organizar festivales de cine móvil?, también exposiciones de fotos. Ah, si, porque todos nos hemos vuelto fotógrafos profesionales. Antes, no teníamos ni si quiera cámaras descartables de cartón. Ahora es increíble la inquietud que nos nace por recopilar imágenes de cada conocido con el que nos cruzamos. Ya tenemos coleccionado el clásico recuerdo de nuestro perro con anteojos, de la oreja de nuestro acompañante, de la última mueca de nuestro niño y de la gente que todavía estamos preguntándonos de donde diablos la sacamos.

Pruebe con algún compañero de oficina, deslice de alguna conversación al pasar que usted no tiene un teléfono móvil y verá el resultado, su compañero lo observará anonadado como si usted fuera E.T. No solo no lo podrá comprender hasta osará reprochárselo.

Los móviles invadieron la ciudad y se reproducen a pasos agigantados, pero siempre renovando sus formas y habilidades, alcanzando mil y una funciones (de las que sabremos usar solo y siempre las mismas tres o cuatro…).

Los modelos crecen y avanzan… nosotros, seguimos en el mismo lugar mirándolos llegar y corriendo hacia ellos con los brazos estirados, porque “¿cómo, no tienes móvil?”